En estos últimos años, se ha
incrementado de la participación australiana en la economía nacional. La
mayoría de estas se ha dirigido al sector minero y, en menor medida, al
petrolero. Según Inés Fernandini, gerente de Desarrollo y Negocios de la
embajada de Australia, la gran diversidad mineral de nuestra nación y su
relativamente amable legislación sobre el tema, aunadas a la estabilidad
política y económica local, la hacen un blanco apetecible para los inversores
de la patria de Errol Flynn.
Es por eso que, en la actualidad,
encontramos a casi veinte empresas australianas (la mayor parte Juniors)
laborando en el territorio nacional. Dichas Instituciones tienen como principal
objetivo la búsqueda y exploración de posibles yacimientos, los cuales, una vez
encontrados, son puestos a disposición de mineras encargadas de explotarlos.
Vale la pena añadir que el Gobierno peruano, en una sabia decisión, no les
cobra el IGV a las Juniors, pues busca, incentivar la llegada de más compañías
de su tipo, y así aumentar las inversiones en este rubro. Hasta ahora se ha
logrado resultados satisfactorios a pesar de la desaceleración mundial en el
precio de los metales. Entre las empresas con presencia en nuestro suelo se
pueden mencionar: Metminco y su proyecto en Los Calatos, Rio Tinto, Strike
Resources y Xstrata Copper; esta última ha invertido cientos de millones de
dólares en la mina Tintaya y en el desarrollo del proyecto Las Bambas.
A lo largo y ancho del territorio
peruano, el número de asociaciones de procedencia australiana parecen florecer
y es que en un principio la exploración minera parecía reducida a un grupo de
extranjeros, pero los intereses de capitales de este país va más allá,
considerando que a la par de la inversión minera, están empresas australianas
que proveen de tecnología de punta a las operaciones mineras peruanas.
Fernandini indica que otros empresarios tienen sus miras en la construcción de
puertos y aeropuertos en distintas regiones del país, lo que les servirá para
hacer de la exportación del material extraído una tarea más práctica y
sencilla. Sin embargo, no todo es dicha y felicidad en las relaciones
bilaterales de ambos entes; las dificultades también existen; ejemplos de estas
serían la gran diferencia horaria que existe entre Perú y Australia y que impide
una mayor compra de bienes y acciones entre ambos países; en este momento, el
punto permanece irresoluto, aunque se han llevado a cabo los primeros sondeos
entre los implicados, lo que ha creado un moderado optimismo que permite ver
una luz al final del sendero.
Otro impedimento en los tratos
peruano-australianos es la lentitud de los trámites: nuestros amigos de Oceanía
sienten que a pesar de que las disposiciones nacionales no son difíciles de
cumplir, el problema aparece a la hora de entregar las autorizaciones y
formularios al respecto: frecuentemente se les asigna una fecha para recibir un
documento y ésta terminan siendo postergada una y otra vez. Con esta errónea
actitud, no solo se desalienta a muchos potenciales inversores, sino que se trasmite
un negativo mensaje de informalidad e improvisación que perjudica nuestra
credibilidad como socio eficiente y cumplidor de sus obligaciones. Todo esto
genera molestias en los inversionistas, quienes tienen que informar
constantemente a sus jefes (al otro lado del planeta) de los avances de la
operación y que se encuentran a menudo sin nada concreto que mostrar,
ocasionando suspensiones de proyectos y el despido de personal capacitado. La
inversión minera australiana en el Perú está presente, qué duda cabe, y,
considerando su importancia, es necesario alentarla para no perderla.
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