viernes, 18 de abril de 2014

Fascinación con el poder: Gabriel García Márquez y el castrismo


Para nadie es un secreto, la amistad que unió a Fidel Castro y al recientemente fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez, ambos compartían la pasión por una misma ideología: el comunismo; además de su mutuo anhelo por cambiar las injustas estructuras de poder latinoamericanas. No hay dudas para este servidor que “Gabo” admiraba y admiró, hasta el último momento de su vida, al brutal caudillo cubano. Para el colombiano, decepcionado de conocer a tantos líderes insustanciales, Fidel era un sueño convertido en realidad, un “adalid” de hombres que encajaba perfectamente en los personajes de sus novelas y por medio de quien podía experimentar uno de los mayores placeres de la vida: el uso ilimitado del poder. Esta característica del Premio Nobel de Literatura, es esencial para conocer al ser humano detrás del mito y su complicada relación con el tirano caribeño. García Márquez disfrutaba representar a Castro ante el mundo, sentir el poder del dictador ante sus interlocutores y compartir los logros de este, no importa si la causa por la que luchara era justa o no, lo importante era experimentar ese placer de poder decidir el destino de personas y países; el dictador cubano, experto conocedor de las debilidades humanas, le proporcionó todos los medios a su alcance para que satisficiera estos deseos.

Al final somos víctimas de nuestras pasiones


En la mente de “Gabito”, no había asco alguno en negociar con un violador o un asesino despiadado de las FARC, lo importante es figurar, aparecer como el actor más importante en la solución de conflictos (uso sus influencias para un fallido intento de resolver la guerra civil de su país). Sus “buenas acciones”,  no son producto de un ser humano preocupado por el sufrimiento de sus semejantes, sino de la absoluta y total satisfacción que siente al usar sus amplias potestades en beneficio de sus conocidos amos a los cuales como vil cortesano alaga y se deja alagar por ellos, es una simbiosis maligna oculta en una falsa máscara de bondad, que muestra como los intelectuales más “progresistas” sucumben a las tentaciones del poder de turno, sirviéndole y sirviéndose de él.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario